Que solo me voy quedando
mi viejo tunal
oyendo cantar al rio
para el carnaval.
Me acompaña la esperanza
en la soledad
cuando silva el huairamuyoj
por el salitral.
Arbol fuiste bien coposo,
pobre corazón
árbol que quedo sin hojas
sin nidos, ni amor.
Dile, dile chacarera
a esa flor azul
que de noche yo la busco
por la cruz del sur.
Esa pena enamorada
pena sin cesar
buscando volverse copla
pa' hacerme llorar.
Amalhaya con la suerte
que a mi me ha tocao
cantar por cantar, cantando
sin ser escuchao.
Cuando recuerdo sus hojos
de dulce mirar,
me acomodo con mi perro
solito a pitar.
Zambas como "Salavina" (con letra y música propias), "La amanecida" (con el poeta Lima Quintana), y chacareras como "La flor azul" (con letra de Rodríguez Villar) y "Pelusitas de totora" (con melodía y versos propios) bastaron para alimentar un repertorio limitado, pero que echaron a volar desde Ariel Ramírez, Mercedes Sosa y Los Chalchaleros, hasta Los Huanca-Huá, Los Quilla Huasi, el Grupo Vocal Argentino y músicos de la joven generación.
No solamente Lima Quintana y Rodríguez Villar fueron sus compañeros en
la inventiva. También escribió junto a nombres importantes como Polo
Jiménez, Buenaventura Luna, Armando Tejada Gómez y Los Hermanos Abalos,
entre otros.
Ya en su provincia, Arnedo Gallo fue aprendiendo naturalmente
-escuchando a otros maestros, como don Manuel Gómez Carrillo, Andrés
Chazarreta, Adolfo Abalos y Sofanor Díaz- el piano, la guitarra y el
bombo. Fue precisamente el piano -al decir de Rodríguez Villar- desde
donde, de manera única, arrancaba "notas complejas y endiabladamente
simples".
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