domingo, 8 de abril de 2012

Ella, Juan L. Ortíz



Ella anuda hilos entre los hombres
y lleva de aquí para allá la mariposa profunda
ala del paisaje y del alma de un país, con su polen...

Ella hace sensible el clima de los días, con su color y su perfume...
a su pesar, muchas veces, como bajo un destino.
Testimonio involuntario, ella,
de un cierto estado de espíritu, de un cierto estado de las cosas,
en que la circunstancia da su hálito...

Pero se dirige siempre a un testigo invisible, 
jugando naturalmente con la tierra y el ángel, 
el infinito a su lado y el presente en el confín...

Más es el don absoluto, y la ternura, 
ella que es también el término supremo y la última esencia 
con las melodías de los sentidos y los símbolos y las visiones
y los latidos
para el encuentro en los abismos... Mas tiene cargo de almas, 
y es la comunicación,
el traspasado ser, "como se da una flor", en el nivel de los niños,
más allá de sí misma, en el olvido puro de ella misma...

Y no busca nunca, no, ella...
espera, espera, toda desnuda, con la lámpara en la mano, 
en el centro mismo de la noche

lunes, 2 de abril de 2012

Oliverio Girondo, Solo



Solo, 
con mi esqueleto, 
mi sombra, 
mis arterias, 
como un sapo en su cueva, 
asomado al verano, 
entre miles de insectos 
que saltan, 
retroceden, 
se atropellan, 
fallecen; 
en una delirante actividad sin rumbo, 
inútil, 
arbitraria, 
febril, 
idéntica a la fiebre 
que sufren las ciudades. 
Solo, 
con la ventana 
abierta a las estrellas, 
entre árboles y muebles que ignoran mi existencia, 
sin deseos de irme, 
ni ganas de quedarme 
a vivir otras noches, 
aquí, 
o en otra parte, 
con el mismo esqueleto, 
y las mismas arterias, 
como un sapo en su cueva 
circundado de insectos.

domingo, 1 de abril de 2012

Rodolfo Fogwill, Los pichiciegos



"El miedo: el miedo no es igual. El miedo cambia. Hay miedos y miedos. Una cosa es el miedo a algo -a una patrulla que te puede cruzar, a una bala perdida-, y otra distinta es el miedo de siempre, que está ahí, atrás de todo. Vas con ese miedo, natural, constante, repechando la cuesta, medio ahogado, sin aire, cargado de bidones y de bolsas y se aparece una patrulla, y encima del miedo que traés aparece otro miedo, un miedo fuerte pero chico, como un clavito que te entró en el medio de la lstimadura. Hay dos miedos: el miedo a algo, y el miedo al miedo, ese que siempre llevás y que nunca vas a poder sacarte desde el momento en que empezó.
Despertarse con miedo y pensar que después vas a tener más miedo, es miedo doble: uno carga su miedo y espera que venga el otro, el del momento, para darse el gusto de sentir un alivio cuando ese mido chico -a un bombardeo, a una patrulla- pase, porque esos siempre pasan, y el otro miedo, no, nunca pasa, se queda.
-¿Y ahora? -guié.
-Tampoco, ya no, tampoco -dijo y me miró-. ¿Entendés?
-Sí, respondí convencido.
-No. ¡No me entendés! Seguro que a vos alguna vez habrían estado a punto de boletearte, fuiste preso, tuviste dolores en una muela, o se te murió tu viejo. Entonces, vos, por eso, te pensás que sabés. Pero vos no sabés. Vos no sabés..."

Alejandra Pizarnik, Hija del Viento


Han venido.
Invaden la sangre.
Huelen a plumas,
a carencias,
a llanto.
Pero tú alimentas al miedo
y a la soledad
como a dos animales pequeños
perdidos en el desierto.

Han venido
a incendiar la edad del sueño.
Un adiós es tu vida.
Pero tú te abrazas
como la serpiente loca de movimiento
que sólo se halla a sí misma
porque no hay nadie.

Tú lloras debajo del llanto,
tú abres el cofre de tus deseos
y eres más rica que la noche.

Pero hace tanta soledad
que las palabras se suicidan.